Aliadas aladas: las aves que ayudan al campo a controlar plagas sin agroquímicos

En las forestaciones del Delta del Paraná, investigadoras del INTA y la Facultad de Agronomía de la UBA demostraron el potencial de las aves nativas como controladoras biológicas de insectos.
El Delta del Paraná, uno de los humedales más extensos y biodiversos de Sudamérica, es también un enclave productivo clave para el país: allí se desarrolla el principal núcleo forestal de álamos y sauces.
En esa región, donde conviven la naturaleza y la producción, un grupo de investigadoras del INTA Delta y la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) lleva adelante un proyecto que busca aprovechar el comportamiento natural de las aves insectívoras como herramienta de manejo biológico de plagas.
La idea es simple y poderosa: atraer a las aves que se alimentan de insectos dañinos para los cultivos y forestaciones, ofreciéndoles refugio y condiciones adecuadas para reproducirse.
En el camino, los investigadores están descubriendo no solo cómo viven y qué materiales usan para nidificar, sino también cómo su presencia puede contribuir a reducir la dependencia de agroquímicos.
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“Esta estrategia ya se aplica en viñedos y frutales de Europa y Estados Unidos, con resultados muy positivos. En la Argentina los estudios recién comienzan, y nuestros trabajos son pioneros en la región”, explicó Sandra Cappelletti, especialista del INTA Delta, quien coordina parte del proyecto. Fue en el marco de una entrevista realizada por el sitio Sobre La Tierra.
CONTROL NATURAL DE PLAGAS
El equipo de investigación se enfocó en aves insectívoras que utilizan cavidades naturales para anidar, pero que no pueden excavarlas por sí mismas.
Como en las forestaciones la mayoría de los árboles son jóvenes o carecen de huecos, el primer paso fue instalar cajas nido de madera en distintos ambientes: plantaciones de álamos, de sauces y sectores de bosque nativo.
“Buscamos crear las condiciones para que estas aves encuentren un lugar donde nidificar y alimentarse, dentro de los mismos sistemas productivos”, detalló Cappelletti.
Las cajas nido, que replican los huecos naturales de los árboles, funcionaron mejor de lo esperado. “Las aves las usaron y hasta compitieron por ellas”, comentó Melisa Márquez, investigadora de la FAUBA, quien analizó 39 nidos construidos por cinco especies en distintos ambientes del Delta, como parte de su tesis de grado.
NIDOS QUE HABLAN
El estudio reveló datos sorprendentes. Dos especies —el tordo músico y el benteveo rayado— nidificaron tanto en álamos como en sauces; el chinchero chico eligió exclusivamente los sauces; mientras que el burlisto pico canela y la ratona común lo hicieron en todos los ambientes.
Los nidos, además, contaron una historia de adaptación. “El benteveo rayado usó los pecíolos de las hojas de los álamos, y el chinchero chico, las cortezas de los sauces. En cambio, el burlisto pico canela prefirió materiales de origen silvestre o humano: encontramos bolsas de plástico en todos sus nidos, que parecen usar como aislante térmico”, detalló Márquez.
Más allá de la curiosidad, estos hallazgos ofrecen pistas concretas para el manejo ambiental. “Conocer qué materiales usan nos permite entender sus necesidades y planificar forestaciones o sistemas agroproductivos que mantengan o incorporen esos elementos. Las aves necesitan hábitats diversos, y eso también favorece el control natural de plagas”, agregó.
CONOCER PARA CONSERVAR Y PRODUCIR MEJOR
En el Delta, las forestaciones a gran escala modifican el paisaje y pueden reducir los recursos disponibles para la fauna silvestre.
“Cuando se homogeneiza el ambiente, las aves pierden lugares para refugiarse, nidificar o alimentarse. Mantener zonas con vegetación nativa o distintos tipos de cobertura dentro de los lotes es fundamental para que se desarrollen y sigan brindando servicios ecosistémicos como el control biológico”, subrayó Márquez.
Desde el INTA Delta, el grupo de investigación coordinado por Natalia Fracassi también estudia el impacto directo de estas aves sobre insectos plaga, como la avispa sierra, una de las principales amenazas para las forestaciones de sauce en la región.
“Estamos viendo que las aves que usan las cajas nido capturan una cantidad significativa de insectos. Eso demuestra su valor como herramienta complementaria dentro del manejo integrado de plagas”, explicó Cappelletti.
MANEJO INTEGRADO Y MENOS QUÍMICOS
El concepto de manejo integrado no busca reemplazar completamente los productos fitosanitarios, sino optimizar su uso y combinarlos con estrategias naturales. En este enfoque, las aves actúan como controladores biológicos, ayudando a mantener las poblaciones de insectos bajo niveles tolerables sin necesidad de aplicaciones frecuentes de agroquímicos.
“Usar cajas nido es solo una herramienta más, pero puede marcar una diferencia. En principio, permite reducir la cantidad de tratamientos químicos y sus costos asociados. Además, genera un impacto positivo en la biodiversidad general del sistema”, remarcó Cappelletti.
Los productores forestales del Delta, según la especialista, reciben con entusiasmo los resultados del proyecto. “Nos ofrecen sus campos para colocar las cajas nido y piden información para replicar la experiencia. Ven que hay beneficios productivos y ambientales reales”.
Fuera de la temporada reproductiva, las cajas también sirven como refugio para aves y pequeños mamíferos, como comadrejas. “Esto amplía su valor ecológico dentro del sistema productivo”, destacó la investigadora.
ALIADAS INVISIBLES DEL AGRO
El uso de aves como aliadas del campo no se limita a las forestaciones del Delta. En distintas partes del mundo se instalan cajas nido para lechuzas cazadoras de roedores o plataformas para atraer aves rapaces que contribuyen al equilibrio de las poblaciones de plagas.
“En todos los casos, se trata de aprovechar lo que la naturaleza ya hace bien. Los ambientes más heterogéneos —con pastizales, montes, bordes de canales o pequeñas islas de vegetación nativa— funcionan como hábitats para más especies, y esas especies aportan beneficios directos a la producción”, resumió Cappelletti.
El trabajo del INTA y la FAUBA en el Delta del Paraná es una muestra concreta de cómo la investigación aplicada puede traducirse en prácticas productivas más sostenibles. Promover la presencia de aves insectívoras no solo mejora el equilibrio ecológico de los sistemas forestales, sino que ofrece una alternativa viable para disminuir el uso de agroquímicos y sus impactos.
“El futuro de la producción está en integrar. No se trata de elegir entre rendimiento o biodiversidad, sino de hacerlos convivir. Cada caja nido instalada es una pequeña inversión en salud ambiental y en eficiencia productiva”, concluyó Cappelletti.
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