Pedido de disculpas a nuestros lectores: Ricardo, Isabel, los limones, las naranjas y una metáfora sobre la deshonestidad del agro que siempre se queja de que falta gente para trabajar
Esta nota surge de la necesidad que tenemos en Bichos de Campo de pedir disculpas a nuestros lectores, o por lo menos a una parte importante de ellos. También es una buena oportunidad para revisar la actitud de algunos productores agropecuarios que se quejan permanentemente de la falta de mano de obra para realizar diversas
Esta nota surge de la necesidad que tenemos en Bichos de Campo de pedir disculpas a nuestros lectores, o por lo menos a una parte importante de ellos. También es una buena oportunidad para revisar la actitud de algunos productores agropecuarios que se quejan permanentemente de la falta de mano de obra para realizar diversas tareas rurales, en especial las cosechas manuales de los frutos del campo.
Es esa, la escasez de mano de obra, una problemática real y muy difundida en todo el interior productivo. Pero desde el sector agropecuario muchas veces la posición de los productores es solamente la de la queja y hasta la denostación de la gente sencilla, a la que incluso se llega a tildar despectivamente de “planeros” o de vagos irrecuperables. “Se ha perdido la cultura del trabajo”, definen muchos empresarios del agro, como si ellos solo conservaran encendida esa llama y todos los demás argentinos la hubiéramos agotado.
En esos casos, que son frecuentes pero por suerte no generalizados, los productores suelen ponerse en el papel de víctimas de una situación con la que no tienen nada que ver: si no hay mano de obra disponible para la cosecha es culpa del gobierno y blá, blá, blá. Casi nunca aceptan que ellos son parte del problema, por ofrecer condiciones poco ventajosas o por no propiciar nuevas formas de vinculación con la fuerza laboral. Siempre la culpa está afuera.
Entonces aparecen las fotos de las frutas desparramadas por al suelo, porque nadie las fue a cosechar. Ahí nos indignamos todos por el alimento que se desperdicia en un país con elevados niveles de pobreza y necesidad. ¿Cómo puede ser? Recrudecen las acusaciones. Para los productores son los trabajadores que no quieren arremangarse porque viven parasitando a un Estado que financian ellos mismos, los productores. Al cruce les salen los militantes citadinos cargados de prejuicios, que acusan a esos mismos productores de ofrecer “trabajo esclavo” y retribuciones indignas.
Ninguna de estas respuestas son ciertas, pero todas tienen pizcas de verdad. La discusión siempre queda allí, estancada. Y nadie se pregunta qué dicen los trabajadores.
Bichos de Campo es un medio de comunicación que intenta contar los problemas de quienes producen en este país fracturado. En la medida de nuestras posibilidades, siempre intentamos recoger y transmitir el testimonio de los productores, y cuando podemos también los de los trabajadores rurales.
En esa tarea, en febrero de 2021, realizamos una entrevista a Ricardo Ranger, un citricultor en la localidad misionera de ElDorado, quien en ese momento ya denunciaba que por la falta de mano de obra bien dispuesta estaba perdiendo miles de kilos de naranjas. Las fotos de esas frutas regadas por el suelo eran elocuentes. Para colmo, el problema venía de lejos: “En 2019 perdimos tres millones de kilos de limones que quedaron en el suelo”, recordaba el productor.
Hubo mucho debate y discusión después de esa entrevista. Ranger fue entrevistado por diarios nacionales y canales de televisión, y reiteraba el diagnóstico crudo y duro sobre la situación. Según él, “cuando una persona viene y le querés dar trabajo, le pedís el documento para darle de alta en AFIP, ahí se pega media vuelta y se va; la gente no quiere perder los planes, no quiere ficharse”. Es decir, toda la culpa era del sistema y de los propios trabajadores. No había nada que revisar desde el propio productor.
En aquel momento -hace más de dos años- nos llamó la atención la enorme cantidad de gente que se ofreció desde todas las latitudes del país a viajar a Misiones parea ayudar a Ranger con la cosecha y evitar que se pierdan tantos kilos de naranjas.
En la localidad de ElDorado, Ranger dirige una empresa llamada Citrícola María Magdalena SA, que tiene escasos siete empleados registrados, entre ellas la propia esposa del productor denunciante, llamada Norma Isabel Freiberger.
Hace unos días, casi un calco de aquella historia de hace dos años, Bichos de Campo difundió el testimonio de esta mujer. Se quejaba de lo mismo que su marido y mostraba en un video una plantación de limón bastante descuidada pero aún así cargada de frutas.
“Tenemos un pequeño gran problema, que venimos arrastrando hace años: cuando querés levantar la cosecha no hay gente que quiera hacerlo en blanco”, volvía de asegurar Freiberger en ese video.
Una vez más, la repercusión que tuvo esta pequeña nota fue notable.
- “Nadie quiere trabajar”: está a punto de perder miles de toneladas por no conseguir empleados. El Cronista
- Por falta de mano de obra podrían perderse más de 1.000 toneladas de limones – La Gaceta de Tucumán.
- Está a punto de perder más de 1000 toneladas de limones porque no consigue gente para cosechar – Diario La Nación.
Isabel incluso fue protagonista en las últimas horas de un espacio de difusión con el que soñarían los políticos más importantes del país, el “pase” entre los programas de Eduardo Feinmann y Jorge Lanata en radio Mitre. Allí volvió a repetir que solo “se consigue gente sin registrar. Si los registras, no. Cuando les decis que traigan el DNI para dar el alta en AFIP empieza el problema. Te mencionan la tarjeta Alimentar y la AUH”.
Ni los candidatos más acomodados tuvieron como esta mujer misionera la posibilidad de exponer su situación en los medios. Y casi como una elección, la tragedia de no poder cosechar miles de kilos de cítricos también se repitió cada dos años, en 2019, en 2021, y ahora en 2023.
¿Por qué pedir disculpas a nuestros lectores si en realidad lo único que hicimos es difundir primeros una declaración? Es lo hicimos aquella vez con Ricardo Ranger, el esposo, y ahora con Isabel Freiberger, la esposa, una pareja de citricultores misioneros. Es nuestro trabajo. No parece haber motivo como para tener que avergonzarnos.
Pero sucede que, así como muchos otros medios siguieron nuestros pasos y levantaron el testimonio de Freiberger que nosotros anticipamos, también se detuvo en sus declaraciones mucha gente sencilla, que necesita trabajar con desesperación y que se ofreció para viajar hasta Misiones, con tal de evitar que esa fruta termine pudriéndose en el piso.
- “Estoy dispuesto a ir hasta Misiones a levantar esa cosecha. Si me aseguran el trabajo y una cama voy. Saludos” – Gustavo
- “Opino igual que vos. A disposición” – David
- “Yo también voy, desde Santa Fe” – Oscar Alfredo
- “Especifique cuales son las condiciones de trabajo y sueldo las horas laborales y casa y comida”. – Jorge
- “Por favor especificar algún contacto, teléfono o correo electrónico de la sra Isabel Freiberger para saber condiciones de trabajo y sueldo!!” – Raul.
- “Hola buenas tardes quisiera poder comunicarme con isabel freiberger” – César.
- “Me quiero comunicar” – Alejandro
- “¿Aceptan mujeres? Y por favor algún contacto para poner a disposición. Gracias” – Nanci
- “Que la señora Freiberger ponga cuáles son las condiciones de trabajo y estoy dispuesto a trabajar si me conviene” – Luis
Y así podríamos seguir. Seguramente a los otros medios que tomaron la denuncia de este matrimonio misionera hayan llegado muchos más pedidos como estos que recibimos en la redacción de Bichos de Campo. Gente con ganas de trabajar, gente decidida a viajar si acaso fuera rentable para ellos hacerlo. Gente con muchas ganas y necesidad de ganarse el mango.
Lamentablemente, y esto es lo que nos avergüenza y nos convoca a pedir disculpas, ni Ricardo ni Isabel aceptaron que les facilitemos a nuestros lectores un teléfono o correo electrónico de contacto. Es decir, luego de tanta queja, fueron ellos mismos los que clausuraron la posibilidad de tomar contacto con quienes se ofrecían -y en buena cantidad- a trabajar en su finca citrícola. En consecuencia, fueron ellos mismos los que prefirieron que su propia fruta se pudra en el suelo, antes de ensayar alguna alternativa.
Es decir que estos productores que cargan las tintas sobre la escasez de mano de obra y las malas políticas públicas son los que luego rechazan la posibilidad de conseguir trabajadores, cuando éstos se ofrecen. Tampoco transparentan finalmente cuáles son las condiciones de trabajo y los ingresos posibles.
El tema es ciertamente complejo. No siempre el valor de la fruta compensa el costo de la mano de obra. La competencia con los planes sociales existe y es una limitante. No todas las personas pueden realizar todas las tareas rurales, que a veces son duras y requieren conocimiento. Todo eso es cierto. Lo que en este caso no pueden decir estos productores es que falte mano de obra. Cuando el trabajo se ofrece, en este país en ruinas siempre aparecerá gente dispuesta.
Nos dio tristeza que Isabel no aceptara ni siquiera que le enviemos los mensajes de quienes se ofrecían para ir a trabajar a su abandonada finca. Creemos que está mal, porque con la ilusión de la gente a obtener un trabajo digno no hay que jugar.
Sirva esta anécdota de lección también a todo el sector agropecuario. Muchas veces desde allí se afirma que en condiciones adecuadas para las empresas, el campo puede generar medio millón, un millón y hasta dos millones de nuevos puestos de trabajo, alimentando expectativas en mucha gente. Lo dice el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA). Lo dice la Mesa de Enlace cuando reclama una rebaja de retenciones. Lo acaba de decir también la Fundación FADA, al presentar un ambicioso proyecto en el Congreso.
Pero -como lamentáblemente hizo Isabel-todas estas organizaciones tampoco suelen aclarar cómo, cuánto, dónde y en qué condiciones, con qué derechos laborales. Todas sus propuestas suelen resumirse a un promesa, casi una consigna: si me das lo que pido, aparecerá el empleo. Es casi como una fórmula mágica en la que todos parecen creer pero nadie aplica.
Mientras tanto, los trabajadores esperan mientras las frutas se siguen pudriendo en el suelo.
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